28/4/09

Los ciegos del fideicomiso

Nadie ha probado que quienes piden a gritos que el multimillonario candidato presidencial Sebastián Piñera se separe de su fortuna, no tengan algún interés con la riqueza de otros, o escondan la suya mediante personas que se las maneja o a través de empresas que no existen sino en el papel.
Nadie ha probado que los legisladores (diputados y senadores) estén completamente desligados de la industria forestal, cuando hacen leyes para este rubro. O de la industria acerera, o petroquímica o acuícola…
Muchos legisladores también generan fortunas personales creando leyes para los demás. Y esto ocurre, no solamente en Chile, por cierto.
En días pasados se vio en las noticias que el candidato de la coalición de gobierno, Eduardo Frei, y el ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, tenían muchos millones de dólares en sociedades a las que ellos tienen acceso y co-gobiernan.
Lo menciono como ejemplo, porque Frei y Pérez Yoma han señalado con el dedo a Sebastián Piñera, culposamente, a manera de crear una diferencia, cuando hacen lo mismo.
Siendo tan común el robo del erario por parte de quienes acceden al gobierno, en otro país podría pensarse que un candidato como Sebastián Piñera sería ideal, pues ya tiene tanto dinero que podría descartarse que robe, ahorrándole una humillación al pueblo.
No digo, por supuesto, que el candidato millonario sea lo mejor, sino que falta coherencia, no en el discurso sino en la realidad, de quienes lo critican tan enconadamente.
Nadie ha probado, pues, que quienes critican a gritos la fortuna del candidato de derecha, tengan, ciertamente, las manos limpias y blancas sus conciencias.
El asunto ha permitido que el debate tenga un camino que, al final, se ha vuelto una encrucijada. El camino del fideicomiso.
Un fideicomiso, para decirlo fácilmente, es el mecanismo mediante el cual yo le doy mi plata a otro para que me la administre. Pero me la tiene que administrar “de manera convenida”, y siempre para ganar.
En un fideicomiso, por definición, no se pierde plata.
Es “ciego” el fideicomiso, cuando yo le doy la plata al otro, pero “no convengo con él la manera de manejarla”, sino que dejo que él haga lo quiera. Solamente está obligado a, en el peor de los casos, no perder, y devolverme la misma suma que le entregué.
En el caso de Sebastián Piñera, le piden que separe dinero y política, y el candidato lo hace con una porción de su fortuna. Crea un fideicomiso ciego con US$ 400 millones, que es la suma que tiene invertida en “sociedades anónimas abiertas”.
El resto de su dinero se lo reserva.
O sea, pone en fideicomiso 1/3 y se reservas 2/3 de la fortuna. Entonces le caen encima, de nuevo, los críticos (políticos de profesión y legisladores), preguntándole: “¿Y por qué no lo hizo con toda la plata?”
El debate es un ir y venir de argumentos, unos más peregrinos que otros, y otros, más politiqueros que deseosos, realmente, de un fear play para las próximas elecciones presidenciales.
El asunto de fondo es el que mencionó el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, al parecer el único serio sobre este asunto del fideicomiso y la convergencia entre política y negocios. Dijo:
“El dato básico ha sido y sigue siendo uno: política y negocios no van de la mano. Ese vínculo lo más sano es cortarlo, no por decisiones unilaterales sino que por el imperio de la ley. Sigue siendo indispensable que en Chile tengamos una ley al respecto”.
1-Dice que es saludable separar las aguas de los negocios de la aspiración presidencial.
2-Dice que los fideicomisos no deben ser de buena voluntad de los candidatos, sino establecerse “por el imperio de la ley”.
3-Admite que no hay imperio de la ley sobre este tema en Chile, pues “sigue siendo indispensable que la tengamos”.
Así es el asunto, y todo lo demás es bulla.
Chile no tiene esa ley porque no ha querido. Y no lo ha querido la coalición de gobierno. Así lo denunció, en un programa de televisión (“Cadena nacional” del canal VíaX) el congresista independiente Álvaro Escobar.
Dijo, llanamente, que la Concertación no ha querido que el tema avance. “Si quisiera, pondría un mensaje de algún tipo de urgencia para que se debata”, fueron, más o menos, sus palabras. “Pero no lo hace”.
Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿Es sincero el debate?
¿Este debate busca, realmente, poner orden, o solo hacer ruido para sacar provecho electoral?

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